“Solo los que ahora contribuyan a solucionar los problemas del país podrán gobernar mañana”, advierte el subsecretario del Interior a los presidenciables. En su crudo diagnóstico, constata niveles de “virulencia” crecientes. Frente a ello, propone asumir que “las élites, incluido el Gobierno, están en crisis a ojos de los ciudadanos” y actuar en consecuencia. M. Soledad Vial
Pescadores artesanales protestando en 9 ciudades y el terminal pesquero en paro. Huelga del SAG. Taxistas que bloquean el aeropuerto. Un carabinero armado y parapetado en un céntrico edificio para no ser dado de baja… Todo eso es parte de lo que enfrentó esta semana. Y hoy el panorama no será distinto: Mahmud Aleuy permanecerá todo el día en La Moneda siguiendo el desarrollo de las manifestaciones por un nuevo aniversario del 11 de septiembre, atento ante eventuales desbordes.
Nada raro, nada extraordinario en la Subsecretaría del Interior que el socialista encabeza desde el comienzo de este gobierno. Es casi el único que permanece de ese primer equipo político con que Michelle Bachelet arribó, por segunda vez, a La Moneda. Hace años que Aleuy pertenece a su círculo de confianza; su lealtad y disciplina lo instalaron ahí desde la primera campaña electoral. Sin agenda propia, y con un agudo ojo político y electoral, hoy su misión es controlar los conflictos y desactivar las crisis. “Un subsecretario con rango de ministro”, dijeron en la Nueva Mayoría sobre su nombramiento, en 2014. Y es que sus escasas apariciones y bajo perfil no confunden a los entendidos, que conocen el tonelaje de quienes habitan esta ala de Palacio.
Con la experiencia de décadas de militancia (primero en la Izquierda Cristiana, luego en el Partido Socialista), Aleuy sabe que la emergencia más compleja es la política. La institucionalidad que no ha cesado de deteriorarse a ojos de los chilenos, los que sin pausa le han ido quitando su confianza. Es en esa “realidad realista”, como le gusta decir, que lo invitamos a hablar de política. Pero no en abstracto, no en teoría, sino desde su recorrido en estos dos años y medio. Con la minería, con los bancos (por los cajeros automáticos), con los transportes de valores asaltados, con los centros comerciales, construyeron “un camino de solución para el conjunto de dificultades que nos generan conflictos en el orden público”. “Se puede”, dice con orgullo cuando habla del plano delictual, donde buscó alinear primero a las instituciones del Estado y luego se coordinó con los privados. “Hemos construido un objetivo común y lo enfrentamos entre todos. Por eso los delitos se han reducido, como todos reconocen”.
-Pero la victimización sigue subiendo. Los chilenos se sienten más inseguros que antes y ponen esta como primera preocupación.
-Cierto -dice, y muestra cuadros con las últimas estadísticas-. La percepción de inseguridad tiene que ver con el fenómeno de la violencia que crece en el país y en el mundo. Cuando se empieza a reducir el número de delitos, los que quieren delinquir tienen que ser más violentos, y esa combinación produce esta sensación de inseguridad. Chile no figura en ningún ranking como país inseguro; tenemos 14% más de visitas extranjeras, somos el número 21 del mundo en términos de paz.
Doble tarea para las élites: ordenarse hacia adentro y construir acuerdos entre ellas
Y vuelve al “pacto nacional”, ese que aquí propone y desarrolla, y ve como única salida posible a los “severos problemas de Chile”.
-Si, como usted dice, nadie sobra en ese esfuerzo, ¿ve hoy esa voluntad, esa generosidad ajena a cálculos, en el mundo político?
-Creo que es posible. La única manera es que cada sector que quiera genuinamente arreglar los problemas del país haga la combinación adecuada entre sus intereses personales y los de Chile, distinguiendo cuál es ese equilibrio. Sé que vivimos en una sociedad muy individualista, donde cada uno está preocupado de sí mismo. Cuando se le pregunta a la gente “cómo está el país”, dice “mal”, y dice “bien” cuando se le pregunta “¿y su familia?”.
“El país debe ser parte del análisis y de las soluciones. Esa es la responsabilidad de todas las élites”.
“Para construir este camino con alguna probabilidad de éxito se requiere que esas élites den al menos dos pasos: que construyan acuerdos que permitan generar unidad y confianza hacia dentro de sí mismas, primero, y después entre instituciones, entre coaliciones, sectores productivos, gremiales, sindicales. Y así podremos tener la esperanza de que, finalmente, la gente recupere la confianza. Si no se hace, la política y las instituciones seguirán en el descrédito actual”.
-¿Y cómo se construyen acuerdos políticos reales, concretos? No frases de buena crianza ni transacciones cupulares que profundicen la desconfianza.
-Hoy se exacerban las diferencias y los ataques permanentes de unos sobre otros, pero sé que se puede. No se habría logrado bajar en más de 7% los hechos delictuales en el país si no lo hubiéramos hecho juntos, actores públicos y privados.
“En política se hace de la misma manera, pero todos tienen que cooperar porque la responsabilidad es de todos. De los empresarios, de la Iglesia, de las asociaciones gremiales, de los sindicatos, de los partidos. Cuando hay un problema severo en el país, deben juntarse, incluso autoconvocarse si nadie los convoca”.
“Tenemos harto más respaldo que el resto”
-¿Es responsabilidad del Gobierno hacer esa convocatoria? Con un respaldo bajo el 20%, ¿puede encabezar una tarea nacional como esa?
-Creo que sí, porque tenemos harto más respaldo que el resto de la institucionalidad. Los apoyos se han reducido para todos. En Chile, solo cinco instituciones mantienen una visión positiva: las radios, Carabineros, la Policía de Investigaciones, las Fuerza Armadas y los diarios.
“El Gobierno tiene una misión y un rol que cumplir. Lo cumplimos cuando formamos la comisión Engel, la comisión de La Araucanía, cuando el ministro del Interior hilvana la solución política para las pensiones”.
“Por Chile, por el país, debemos hacer el esfuerzo que iniciamos hace 25 años cuando asumimos que nuestra diversidad se expresara para poder convivir e incluso competir de una manera pacífica, institucional y civilizada. Eso no es poco”.
-Usted habla de acuerdos y de su experiencia con bancos, con el retail . Sin embargo, no ha sido la impronta de este gobierno la de buscar consensos. ¿Hay una diferencia en lo que usted ha hecho desde este cargo?
-No, este razonamiento lo hago a partir del pensamiento de la Presidenta. Lo que pasa es que todas las élites, incluido el Gobierno, están en crisis a ojos de los ciudadanos y cuesta mucho que ellos modifiquen su percepción en el corto plazo.
-Al llegar, ¿no instaló este gobierno la “retroexcavadora”, la lógica de las mayorías que hacían innecesarios los acuerdos?
-Lógica que rebatió el Gobierno sistemáticamente, independiente de que determinados actores políticos la plantearan. El mejor ejemplo es lo que hizo ahora la Presidenta con las pensiones.
-¿Marcó esa decisión de Bachelet un punto de inflexión, una nueva etapa? Usted ha vivido las anteriores: la primera, reformista; la del realismo sin renuncia, y las terminaciones de la obra gruesa.
-No. Cuando hubo que resolver el problema del dinero y la política formó una comisión con todos, que dirigió Engel. Para enfrentar el problema de La Araucanía pidió constituir una comisión asesora presidencial que la dirige un obispo y participan todos los actores de la región. Cada vez que la Presidenta ha detectado un problema, ha constituido un grupo amplio para construir entre todos un cauce democrático. En esta modernidad que nos ha tocado vivir se exacerba la diferencia con los otros y no se muestra la lógica más profunda que requiere un país democrático para solucionar sus problemas. Es innegable que en Chile hay abusos, revise el sector que quiera: existen y hay que resolverlos. Yo nunca asigno la gravedad que otros dan a determinados fenómenos, por eso nunca hablo de crisis, sino de problemas más o menos complejos.
-¿Por qué desconocer que el impulso inicial del Gobierno estuvo en reformas transformadoras más que en reformas con acuerdo?
-Sé que esa percepción existe y asumo que fue resaltada públicamente, pero si en períodos de tiempo tan cortos uno quiere sentar las bases de un país más desarrollado en lo económico, social y ético, tiene que hacer cosas con cierta rapidez ,como se hizo, por ejemplo, con el sistema electoral.
-¿Qué responsabilidad corresponde al Gobierno en este problema? Las falencias técnicas que admite ¿no han profundizado la desconfianza en el Estado?
-En todos los gobiernos han existido falencias técnicas. En el anterior, tuvimos el “mejor censo de la historia”, los cuestionamientos metodológicos de la Casen y los niveles de delitos más altos en la historia, con 654.828 casos policiales en 2011 (frente a los 595.876 en 2015). Obviamente que en este gobierno hemos tenido dificultades para llevar adelante el conjunto de reformas que se hacen cargo de las profundas desigualdades existentes.
“Si queremos una educación de calidad, donde la condición económica no sea una limitante, tenemos que introducir el “factor Chile” en las soluciones y no solo defender intereses particulares. Exacerbar los problemas y adjudicarle la culpa al otro no contribuye”.
-¿Y puede avanzarse en la solución mientras se mantengan abiertas las investigaciones sobre financiamiento de la política? ¿Cómo debe cerrarse esa arista del problema?
-No solo se puede sino que se debe avanzar en las soluciones, porque va en beneficio de todos los chilenos. En cuanto a lo segundo, nadie debe poner en duda que la fiscalía y los tribunales de justicia tienen la autonomía necesaria para llevar adelante las investigaciones sobre los casos de corrupción que han marcado estos últimos años. Y así debe seguir siendo para el fortalecimiento de la democracia.
“Los problemas del país no se van a resolver porque haya un cambio de gabinete”
-Si el Gobierno tiene ese capital y la decisión de gobernar hasta el último día, ¿por qué hacia fuera se siente una cierta inercia, un gobierno inmovilizado, que ha perdido control político?
-Porque seguimos pensando en nuestros propios intereses y no en Chile. Los actores de cualquier ámbito critican todo, no solo al Gobierno; siempre al del lado, y cuando tienen un problema, dicen que es una conspiración. Así no se puede.
-¿No siente que el Gobierno ha perdido la iniciativa política para revertir el rechazo que enfrenta? Hay nombramientos pendientes, un cambio de gabinete que no llega…
-Si esa racionalidad fuera correcta, podría decir que estoy esperando un cambio en la dirección gremial para que se solucionen los problemas que tienen los empresarios, o los sindicatos. Los problemas del país no se van a resolver porque haya un cambio de gabinete, un intendente más o uno menos. Las soluciones orgánicas vienen a partir de las soluciones políticas, no a la inversa.
-¿Pierde liderazgo el Gobierno con la irrupción de los candidatos presidenciales?
-No, toda la realidad del siglo XXI es rápida, no hay por qué pensar que los procesos políticos se seguirán produciendo como hasta ahora. Menos si hay actores que entienden que tenemos un problema severo. No me sorprende que las candidaturas presidenciales se hayan instalado en el país.
“Cuando hablo del rol de ‘todos’, eso incluye a los candidatos presidenciales, que tendrán que entrar en esta área chica con propuestas adicionales para resolver los problemas del país”.
“Si sigue este nivel de enemistad cívica, naturalmente la indiferencia de los chilenos va a aumentar”
-Vamos a la centroderecha, ¿ayuda o no ayuda que las encuestas le den al ex Presidente Piñera la mayor posibilidad de encabezar el próximo gobierno?
-Depende, porque solo los que ahora contribuyan a solucionar los problemas del país podrán gobernar mañana. Si las figuras de derecha o de centroizquierda que aparecen mejor posicionadas se restan de esta tarea, seguirán teniendo las mismas dificultades de hoy, en caso de ganar en las presidenciales de 2017. Aquí se requiere el esfuerzo de todos. Si sigue este nivel de enemistad cívica, naturalmente la indiferencia de los chilenos va a aumentar, y eso es malo para el sistema político.
-¿Hay ejemplos que muestren esa política de fondo y que destacaría?
-Lo demuestran varias leyes. También lo que se ha hecho en energía, donde se pusieron de acuerdo en lo que el país necesita. El ministro Pacheco articuló al aparato público, luego al aparato público con la sociedad, para permitir que las empresas y las personas paguen menos.
-¿Dónde estuvo la diferencia en ese proceso?
-Muchas de las dificultades que tenemos en el mundo político son porque hay gente que parece más activista que dirigente, y cuando los países tienen crisis severas lo que necesitamos son más dirigentes y menos activistas. Ese esfuerzo hay que hacerlo.
-¿A quiénes se refiere específicamente?
-Ellos lo entienden perfectamente.
Fuente: El Mercurio